La final del Mundial y un pequeño deja vu
- Pablo Rocchi
- 28 jul 2016
- 3 Min. de lectura
Miércoles por la tarde. Abusando del wifi del bar en el que me estoy tomando un café para combatir un dia frio como culo de pingüino repaso las imágenes del video del Mundial de Quidditch. El comentarista se pone loco y los austrialianos se abrazan. Segundos mas tarde, vuelvo a ser un chico imberbe de 17 años leyendo una entrevista del Mundial de Handball 2009.
A la final llegaban Croacia como favorito, con un equipazo y tras destrozar a Polonia; y una sólida Francia que había llegado con un campañón comparado al del fin de semana realizado por los australianos.
Para no seguir escarbando en mi sórdida niñez, les spoileo el final: ganó Francia. Como el domingo pasado ganó Australia el Mundial: con un partido apretado, con idas y vueltas y no apto para cardíacos. Los ingredientes fueron los mismos. Cuando se trata de destronar a un campeón los ingredientes siempre son los mismos: una defensa muy sólida, un juego ordenado, atacar dejando la vida en cada pelota y mucha, mucha garra.
Australia arrancó ganando. USA lo dio vuelta en un parcial en el que hizo estallar todo su poder ofensivo. Australia se reordenó y demostró lo duros que pueden llegar a ser jugándoles al mejor equipo del mundo gol a gol y defendiendo con mucho roce, lo que g
eneró 2 tiros libres en favor de los norteamericanos. La snitch salió con el marcador 100 a 120, pero ni lerdos ni perezosos los canguros clavaron 2 tantos en rápida sucesión y de repente el tiempo se congeló: USA había atrapado la snitch. Los casi sesenta segundos que duraron la deliberación entre los jueces se hicieron eternos.
El gordito vestido de amarillo se separa del grupo. Falsa alarma, sanción para el buscador norteamericano por cargar contra el corredor. Mientras el partido se reanuda y yo empiezo a pensar en qué hubiera pasado (un meritorio primer puesto, apretón de manos con un dignísimo segundo, USA sigue siendo el mas grande y bla bla bla) ocurre lo impensado. Se perfectamente que va a pasar, porque ya vi la final y el video, pero se me frunce el ogete igual. El buscador canguro mete la mano detrás del corredor y la saca sosteniendo la media con la pelotita de tenis adentro. Por el ángulo de la cámara se ve perfecto, y como árbitro puedo decirlo: la atrapada fue limpia, perfecta hermosa y muy válida.
El debate es corto, pero se hace eterno igual. La cara de orto del capitán yankee anticipa el milagro. El anuncio del árbitro es ahogado por los gritos de alegría canguros. La foto del festejo recorre desde el domingo la Internet.
Esta mañana me pidieron un análisis de la final, pero las palabras no serán mias. Voy a citar a Claude Onesta, seleccionador de aquella gesta francesa que mencioné al principio: “la estrategia fue jugarles tranquilos pero firmes. Gol a gol. Llevar la presión a ellos. Que nos sufran en la cancha"
¿Algo para agregar? – había preguntado el entrevistador –
Si. La primera vez que conté esto me llamó (el entonces presidente francés) Sarkozy. Además de felicitarme me dijo que si me cansaba del handball lo llamara, que le vendría muy bien alguien capaz de ver el futuro.”
No soy vidente, pero puedo apostar que para los flagrantes campeones el futuro se ve muy brillante. Y para el resto de la comunidad del quidditch alrededor del mundo, también.
Pablo Rocchi
Jefe de árbitros
Asociación Argentina de Quidditch

















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